Para mencionarlas, se usan diferentes términos: por un lado, está el término "noticias falsas", que es una traducción del inglés de "fake news", y que es el más conocido entre la población. Luego está "bulo", que tiene la ventaja de que ya implica que hay una intención detrás del engaño. Y por otro lado está "desinformación", que es más amplio y no necesariamente tiene que ver solo con lo que se considera una "noticia".
Personalmente, me parece que el término "bulo" es el más claro y directo, porque deja muy claro que hay un propósito detrás de la información. Sin embargo, entiendo que "noticia falsa" se utiliza más y es más fácil para que la mayoría de la gente entienda de qué se esta hablando.
Lo que se quiere decir con que "hay mecanismos que digieren el mundo” es que las personas no percibimos la realidad tal y como es, sino que necesitamos interpretarla, entenderla y organizarla a través de herramientas como los conceptos, la selección de lo que prestamos atención y el enfoque desde el que miramos las cosas.
La realidad es tan compleja y grande que no podemos abarcarla toda directamente, por lo que necesitamos una mediación en nuestra relación con la realidad. Entonces, usamos herramientas como el lenguaje, los medios y las ideas para entenderla. Pero eso también significa que la forma en que vemos las cosas no es totalmente objetiva, sino que está influida por esa mediación.
La imagen que construimos del mundo depende de varios factores, como los conceptos que usamos, qué información se selecciona, el enfoque que le damos y también nuestras propias opiniones, emociones o valores. Por eso, la verdad no siempre es un reflejo exacto de lo que pasa. Más bien, es una construcción que hacemos a partir de la información que recibimos y de cómo la interpretamos.
Para mí, la verdad es una forma de dar sentido a lo que vivimos, es una manera de interpretar la realidad que puede variar dependiendo del punto de vista de cada persona, del contexto y de cómo se transmite la información.
Uno de los momentos más representativos fue durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. La difusión de contenidos engañosos en redes sociales, muchos con intenciones manipuladoras, dejó en evidencia la capacidad de este tipo de información para influir en procesos democráticos.
Otro episodio significativo fue el escándalo de Cambridge Analytica en 2018. Esta empresa accedió a datos personales de millones de usuarios sin su permiso, con el objetivo de adaptar mensajes políticos según sus perfiles. Esta estrategia sirvió para dirigir mensajes específicos que influenciaban el comportamiento electoral.
Más adelante, la llegada de la pandemia del COVID-19 abrió la puerta a una avalancha de teorías sin fundamentos y bulos sobre tratamientos falsos, lo que puso en peligro la salud de muchas personas.
Todos estos hitos han llevado a que investigadores, instituciones y medios empiecen a analizar más de cerca cómo se crean y difunden estas noticias, con la intención de combatir su impacto y fortalecer el pensamiento crítico en la sociedad.
Esto recuerda al funcionamiento de las falacias, ya que ambas comparten una apariencia de validez. Las falacias, como vimos en clase, son argumentos que parecen razonables, pero que en realidad están mal construidos. Muchas veces, las noticias falsas se apoyan en este tipo de razonamientos defectuosos para reforzar su credibilidad ante el lector.
Sin embargo, también hay aspectos problemáticos. Por un lado, no siempre es fácil distinguir cuándo alguien difunde una noticia falsa con mala intención y cuándo simplemente ha compartido algo sin saber que era falso. Por otro lado, existe el riesgo de que este tipo de medidas se conviertan en herramientas para censurar contenidos que no gusten a ciertos sectores del poder, afectando así la libertad de expresión.
Por eso, considero que lo más efectivo a largo plazo es apostar por la educación en pensamiento crítico. Si las personas aprenden a identificar una noticia falsa y a contrastar fuentes, podrán protegerse mejor.
Otro motivo es el interés político. A menudo, la desinformación se emplea como estrategia para manipular la opinión pública, debilitar a ciertos adversarios o reforzar ideologías, usando contenidos que apelan al miedo o al rechazo.
Pero una de las razones más potentes en la actualidad es la económica. Lo que muchas plataformas valoran no es tanto si lo que se publica es verdad, sino si es capaz de generar me gusta, reacciones y compartidos. Cuanto más se interactúe con una publicación, más beneficios se obtienen a través de publicidad.
Esto significa que no nos muestran cualquier anuncio, sino aquellos que tienen más probabilidades de interesarnos, lo cual mejora sus resultados comerciales. Cuanto más personalizada es la publicidad, más posibilidades hay de que compremos algo.
Las PIM, o Personas de Impacto Mediático, son figuras muy visibles en redes sociales que cuentan con un gran número de seguidores y generan contenido con mucha repercusión. Las marcas se interesan en colaborar con ellas porque su influencia puede hacer que un producto llegue rápidamente a miles de personas.
Este tipo de estrategia no solo sirve para dar a conocer un artículo, sino también para asociarlo a la personalidad, estilo o valores de esa figura pública, lo que aumenta la confianza del consumidor y el deseo de compra.
En lo personal, reconozco que este tipo de publicidad puede afectarme, aunque no siempre me doy cuenta en el momento. Cuando alguien a quien sigo recomienda algo de forma espontánea, me llama más la atención que si sé que es un anuncio pagado.
Las redes sociales generan ingresos en función del tiempo que los usuarios pasan en ellas. Cuanto más tiempo estamos conectados, más anuncios pueden mostrarnos, lo que aumenta las ganancias tanto de las plataformas como de los anunciantes.
Además, mientras las ¡usamos, dejamos un rastro digital que revela nuestros intereses y comportamientos. Esa información es muy útil para las empresas, ya que les permite ofrecernos publicidad hecha a medida, mucho más efectiva que la genérica.
Por otro lado, muchas de estas plataformas están diseñadas de forma que resulta difícil desconectarse. Incorporan elementos como notificaciones constantes o contenido ilimitado para mantener nuestra atención el mayor tiempo posible, haciendo que sigamos consumiendo sin darnos cuenta.
En mi caso, creo que a veces uso las redes por costumbre más que por necesidad. Constantemente estoy revisando el móvil sin un motivo claro, solo porque estoy aburrido o desconcentrado. Aunque no lo veo como un problema grave, sí noto que puede hacerme perder tiempo o afectar mi atención.
Esa incertidumbre nos hace revisar constantemente la aplicación, porque siempre tenemos la sensación de que puede aparecer algo que nos guste en cualquier momento.
REFLEXIÓN PERSONAL
Después de todo lo trabajado sobre las noticias falsas, me he dado cuenta de lo fácil que es vivir rodeado de desinformación sin darnos cuenta. Hoy en día, la mayoría de la información que recibimos llega a través de redes sociales, donde los intereses económicos y políticos están por todas partes. Muchas veces, lo que más se comparte no es lo más verdadero, sino lo que más llama la atención o genera polémica. Esto me hace pensar en lo manipulable que puede ser nuestra forma de ver el mundo.
Una de las cosas que más me ha impactado es descubrir cómo funcionan los mecanismos que hacen que las noticias falsas se difundan tanto. Muchas veces están diseñadas no solo para influir en nuestras opiniones, sino también para hacer dinero. El hecho de que una noticia genere más clics o visitas hace que los algoritmos la muestren más, sin importar si es cierta o no.
Personalmente, creo que es casi imposible tener una visión totalmente objetiva del mundo, pero sí podemos intentar desarrollar un pensamiento más crítico. Aprender a detectar noticias falsas, contrastar la información y entender los intereses que hay detrás es fundamental. No se trata solo de culpar a quienes crean esas noticias, sino también de asumir nuestra parte como consumidores de esa información.
Al final, lo que más he aprendido es la importancia de no conformarse con lo primero que se ve o se lee y la necesidad de cuestionarlo todo un poco más. Hoy en día, estamos rodeados de tanta información que a veces cuesta distinguir qué es verdad y que no, por eso es más importante que nunca aprender a leer con atención y a pensar por uno mismo.

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